El boletín del domingo

Ver este email en su navegador (mailchi.mp/4pelagatos.com/el-boletn-del-domingo-res7q4nymt?e=d6d77baed5) Los correístas no están contentos con Arauz
El desenlace del caso Sobornos fue como una estocada para los planes electorales del correísmo. Si bien muchos cuadros preveían lo que iba a ocurrir, algunos pensaban que el recurso de casación les iba a funcionar, pues decían que al menos uno de los jueces, que no fue el del voto salvado, les debía muchos favores. Por eso, desde el día en que se supo el fallo, la confusión y el desánimo ha invadido los cuarteles del correísmo. Uno de los temas que más les incomoda es el candidato presidencial. Muchos cuadros están desolados porque piensan que Arauz no funciona y sus posibilidades van en bajada. Sus apariciones son torpes, su mensaje es vacuo y muy débil, peor aún ahora que Correa ya no está en la papeleta. Este desconcierto ha hecho imposible que se llegue a un consenso sobre el nombre del reemplazo de Correa para la candidatura a la Vicepresidencia. Además, el plan que tienen para reestructurar la Comisión de Fiscalización de la Asamblea y colocar allí a dos de sus asambleístas para que monten procesos en contra del Gobierno, en los que quieren involucrar al candidato Guillermo Lasso, se está frustrando, pues hasta ahora no han conseguido los votos para ello.
Unidad pero con mucho cálculo Otto Sonnenholzner se retiró de la lid presidencial, llamó a la unidad, pero no da señales de querer unirse a la campaña de Guillermo Lasso, aunque ya se reunió con él. La semana pasada el ex vicepresidente estuvo en Quito con amigos suyos que le dijeron que debería, para honrar su llamado a la unidad, hacer gestos en dirección al candidato de CREO. Sonnenholzner les dijo que está esperando. Al parecer quiere ver sondeos irremediablemente favorables a Lasso.
Las cuentas alegres de los correístas Los sondeos, en general y en cuentas redondas, dicen que un 70% de ciudadanos no han decidido por quién votar. Y en ese 30% de votos decididos, no le va mal al candidato de Correa. La explicación no requiere PhD en sociología electoral: el voto duro del correísmo es militante. Luego ya decidió. El problema de ese candidato viene cuando se pregunta si votaría por el representante del correísmo: un 75% de los que responden dicen no querer saber nada más de ese movimiento político. Y el perfil de Andrés Arauz no corresponde en absoluto con lo que quieren los sondeados. Una persona con experiencia; no un improvisado. Si se suma el hecho que Correa no aceptó la candidatura a la vicepresidencia, que ya pasó la fecha de primarias y que, entonces, no hay a quién reemplazar, se llega a un hecho: el correísmo no tiene binomio. Esa realidad no parece ser producto de un olvido. Y lleva a otro interrogante: ¿Tras incumplir los requisitos, Correa retirará a Arauz y se victimizará clamando que no le permiten participar? Los Personajes ¿Quiénes son las dos mujeres protagonistas de los casos que concluyeron el 7-S con el fallo del Tribunal de Casación? 4P las presenta en breves rasgos. Diana Salazar, Fiscal General de la Nación Foto: Teleamazonas
Una Lady con habilidades únicas Diana Salazar tiene, según la gente que trabaja con ella, dos cosas que la hacen única: intuición y arrojo. Si no hubiera sido por su intuición el caso Sobornos jamás hubiera tenido el giro determinante que tuvo luego de la captura de Pamela Martínez. Algo le dijo que esa mujer, que había sido incondicional del hombre más poderoso de Ecuador, iba a marcar el proceso de investigación sobre el esquema de pago de coimas de empresarios contratistas con el Estado. El tiempo le dio la razón. Un abogado cercano al proceso dice que la Fiscal hizo un trabajo con Martínez que hubiera sido imposible para cualquier otro fiscal. Quizá por la empatía que producía su condición de mujer o simplemente por su habilidad para comprender el proceso emocional y psicológico por el que atravesaba Martínez. En todo caso logró que la ex asesora de Correa se ofreciera para ser colaboradora eficaz en el proceso. La otra característica es el arrojo. Salazar ha sido amenazada por grupos poderosos y seres siniestros como Harrison Salcedo, el abogado de Glas y alias Rasquiña, el jefe de los temidos Choneros. ¿Cómo ha podido manejar ese tema? La sostiene, al parecer, su inmensa fe de católica creyente. En diciembre de 2017, cuando ella ni siquiera sonaba para el cargo de Fiscal General, Diners le preguntó qué sentía al recibir las amenazas. «Nada –dijo ella–. Yo sigo. El que tiene la verdad no debe tener miedo”. En ese entonces, su arrojo ya era conocido por su actuación como empleada de la Fiscalía en los casos del escándalo de la Ecuafútbol, el Sai Bank y Odebrecht. Ella halló evidencias para procesar a Jorge Glas. Diana Salazar no solo ha sido valiente en los procesos que involucran a Rafael Correa y a ex funcionarios suyos. Ha sido víctima de ataques racistas y denigrada por los equipos de troles del correísmo de la peor forma. Ella los ha enfrentado con total estoicismo. Que le digan negra no le preocupa: es un término que no ve despectivo. Por el resto, no ha recurrido al argumento del machismo cuando la han insultado. El propio Rafael Correa ha sido de una brutalidad muy suya: «La historia será despiadada con esta gente», «temo que Diana Salazar no solo no entiende Derecho, sino el propio idioma español», «Diana Salazar involucrada en caso de Hospital de Pedernales»: la Fiscal General jamás no se ha victimizado por todo lo que en su contra ha dicho y escrito Correa desde Bélgica. A Diana Salazar hay que atribuirle visión para rodearse de buenos profesionales. Su equipo hizo la diferencia ante los jueces. Visión y también sagacidad para posicionar en la Fiscalía una política de comunicación totalmente novedosa. Ella entendió que la opinión pública se forja en las redes sociales y que eso influye en los medios tradicionales: decidió ocupar la escena cada día compitiendo con los abogados de sus acusados. La Fiscalía supo así articular un mensaje fundamentado en la idea de que tras la lucha contra los operadores corruptos del correísmo, se estaba haciendo justicia: eso pegó en la sociedad. ¿Hay críticas a su gestión? Sí. Hay casos que arrancaron con gran impulso mediático y se eclipsaron. Por ejemplo, el caso Ola Bini, las acusaciones en contra de Tomislav Topic o del ex fiscal Galo Chiriboga. Pero ella sostiene que esos temas volverán a su agenda… Daniella Camacho, Jueza de la Corte Nacional de Justicia Foto: La República EC
La primera jueza en poner cascabel al gato Daniella Camacho tiene algo que ver con la ilusión óptica que hay en la pintura de Magritte. De ella también se podría decir que “lo que ve, no es lo que es”. Pero pocos saben de esa paradoja de la jueza de la Corte Nacional de Justicia que llamó a juicio a Rafael Correa en el caso Balda (le dictó orden de prisión preventiva) y lo llamó a juicio en el caso Sobornos 2012-2016. En las audiencias ella luce seria, fría, distante, casi huraña. Infunde respeto, causa pavor. Esa fama la persigue sin remedio. Pero hay otra fama, más secreta, que circula en su lugar de trabajo: muchos funcionarios quieren trabajar con ella porque se ríe, es ocurrida y dicharachera. Porque es una mujer que ama lo que hace y pone empeño en ser feliz haciéndolo. En las fotos sale brava, el doble de lo que en realidad es, y es normal: no hay nada jocoso en los juicios que instruye. Hay, sin embargo, una fotografía en que aparece sonriendo, al lado de su abogada, en un juicio de recusación. ¿Un desplante a la contraparte? No, un gesto cordial en dirección de un amigo. Pero los otros abogados no lo supieron. Eso también es Daniella Camacho: un manojo de malentendidos. Siempre quiso ser jueza. A los nueve años supo que lo sería. La sedujo la idea de justicia. Algo le decía que quien hace el mal, debe ser castigado. En el colegio fue la única que siempre supo que estudiaría derecho. Se graduó en 1995. Luego se apasionó por el derecho penal y entró a la Fiscalía (2001). Allí ratificó, durante 12 años metida en delitos sexuales y delitos contra la vida, que lo que más le gusta es investigar. Quizá porque hay que articular los casos con la misma paciencia, rigurosidad y atención con que arma rompecabezas. Son inmensos y los tiene en su casa. ¿Eso significa que fue más feliz en la Fiscalía que hoy en la Corte Nacional de Justicia? Seguramente. Aunque hoy su nombre esté judicialmente ligado a los casos de Alecksey Mosquera, Jorge Glas, María Sol Larrea, Rafael Correa… A Odebrecht, Sobornos 2012-2016 y el secuestro de Balda. Hace poco, Daniella Camacho volvió a sus costumbres. Su vida se trastocó en mayo de 2018: el caso del secuestro de Balda le arrebató la normalidad a la que puede aspirar una jueza de alta instancia. Ahí volvió con fuerza el resguardo policial. Las presiones. Las amenazas. Drones que surgían de repente a su paso. Noches sin dormir con su equipo de 4 personas. Abogados belicosos. Pedidos de nulidad. Tres recusaciones. Las fotos de las heces enviadas por Harrison Salcedo, abogado de Glas. Ataques y campañas de troles correístas en las redes sociales. Insultos de Correa y de sus huestes… Uso de turbantes (y luego la mascarilla ayudó) para pasar inadvertida en la calle. Una época en la que no solo el sueño se le dañó. Otra vez tuvo que bañarse en aceite de avión y pedir a amigos y familiares que hicieran lo mismo. Trabajar y que resbale el resto, parece ser su máxima. Instruir esos casos como si nada tuvieran de excepcionales. Y lo hizo con frialdad y valentía. Profesionalmente, como ha sido su estilo. En realidad, ella fue, en este último escenario, la primera jueza en poner cascabel al gato.
José Hernández
¿Se podría al menos cambiar las preguntas?
La semana registra una buena noticia: la ratificación, por parte de un tribunal de casación de la Corte Nacional de Justicia, de la sentencia a 8 años de cárcel, por el caso sobornos 2012-2016, a Rafael Correa. A algunos de sus funcionarios y a una decena de empresarios. Pero, al mismo tiempo, es imposible no ver que el círculo trágico en el que da vueltas el país, continúa. Al punto que se celebra, como un triunfo, los nuevos préstamos del Fondo Monetario Internacional que, en situación de angustia fiscal, servirán incluso para pagar obligaciones y salarios en el sector público. No sorprende en la misma lógica, o no demasiado, que el gobierno cobre por adelantado impuestos para solventar parte de sus compromisos. Ocurre sin que ni siquiera los candidatos a la presidencia de la República se pregunten cómo harán si el país está engullendo hoy parte de los ingresos de 2021. Todo es normal en un país que ya nada lo es y que, incluso, encara uno de los peores momento de su historia tan dividido que la papeleta electoral podrá seguramente confundirse con una guía telefónica. Esta semana tampoco ha habido señal alguna de que haya un cambio en los interrogantes que, tangencialmente y sin mayor aliento, se ventilan en la esfera pública. Hasta antes del fallo del 7-S, el destino de Rafael Correa copaba las preocupaciones que él, sus seguidores y sus equipos de troles se habían encargado de provocar. Tras la ratificación de la sentencia y la inhabilitación de por vida de Correa, no se ve que el país quiera dilucidar las preguntas de fondo. Ni siquiera plantearlas. No hay cambio de chip. No hay actor social o político dispuesto al parecer a inaugurar lo que podría ser un nuevo capítulo en la historia del país. Algo parecido acaeció en 1996. Ganó Abdalá Bucaram y nadie en el establecimiento político y económico lo esperaba. Se cayó seis meses después. No hubo aprendizaje alguno. Entonces la desidia dio paso a la inestabilidad. Y así el país continuó hasta propiciar la llegada del outsider Rafael Correa. De nuevo el establecimiento político y económico pensaron que se trataba de un epifenómeno más. No advirtieron que el vacío institucional, social y político lo facultaba a quedarse y convertirse en el dueño del país. De todos los poderes. Del presupuesto nacional. De la Justicia. Del mayor pool de medios. En una década. Correa convirtió el país en una fábrica de leyes que amarraron todo a su favor. Incluso con él por fuera del poder. Por eso se convirtió en el mayor fantasma político del país. Y eso se volvió, a pesar de la llegada de Lenín Moreno a Carondelet. A pesar de su traición al monarca autoritario que también él erigió en leyenda. Entonces se pensó que, quizá, esta vez sí, el país aprendería. Aprenderían todos. Las mal llamadas elites. El establecimiento político. El cuerpo académico. El periodismo. La mal llamada izquierda. Los intelectuales. Era imposible no hacerlo tras diez años de autoritarismo. De populismo exacerbado. De corrupción. De derroche. De culto a la personalidad. De intoxicación retórica. De persecución. De cinismo. De privatización de la cosa pública. De catequización y lavado de cerebros. De fraude electoral… Pero no. No hubo aprendizaje alguno. No se nota. Ni siquiera la ratificación de la sentencia parece invitar a un cambio de actitudes. Igual que con Bucaram. Entonces se dijo que el payaso mayor se había ido, pero el circo se había quedado. Ni siquiera se percibe que en la conversación pública se quiera instalar las preguntas dramáticas sobre las realidades que el país heredó del correísmo y que el coronavirus agrava. ¿Cómo pagar todo este desbarajuste que tiene al país mendigando créditos afuera? ¿Cómo hacer entender que este asunto no se resuelve endosándolo al gobierno pues los ingresos de los gobiernos, de todos, salen del bolsillo de los ciudadanos? Hay decenas de preguntas, sobre el empleo, la salud, la educación, la producción, la competitividad, la pobreza… que requieren respuestas basadas en la realidad; no inspiradas, en el caso de la vieja izquierda, en manuales que hoy son anticuados. Si esas preguntas no se hacen, las respuestas seguirán llevando al mismo punto: no es mi problema, es problema del gobierno. Y como el Estado está quebrado…
Martín Pallares
Ahora la corrección política va por Faulkner La llamada cultura de la cancelación no se detiene y ahora tiene un nuevo objetivo bajo su línea de fuego: William Faulkner. Considerado por críticos y escritores, entre ellos Gabriel García Márquez, como el más grande e influyente novelista del siglo 20, ahora se ha puesto en boga desacreditar y criticarlo por supuestamente reproducir en su obra un mundo racista y discriminatorio como el sur de los EEUU, que Faulkner retrató en sus novelas. Precisamente el recientemente publicado libro «The saddest words», («Las palabras más tristes») del académico Michael Gorra, ha tomado un protagonismo inusitado en los EEUU, donde cualquier cosa que sea considerada políticamente incorrecta es atacada. Gorra sostiene que Faulkner era un blanco sureño que jamás saldó cuentas en sus obras con la Guerra Civil y que no hizo lo suficiente para combatir el racismo. En el libro, Gorra incluso manifiesta su escepticismo de que muchos personajes clásicos de la obra del premio Nobel, como Quentin Compson, de «¡Absalom, Absalom!», no hayan representado el pensamiento de Faulkner a pesar de que el escritor manifiestamente dijo lo contrario. Según Gorra, la obra del escritor se queda corta a la hora de manifestar la inhumanidad de la esclavitud o de criticar más a los blancos del sur por su racismo. En el libro, Gorra también recurre a una entrevista que Faulkner dio en medio de una terrible borrachera a un diario inglés en 1956, en la que dice cosas que a la luz de la corrección política actual son inaceptables. Sobre este libro se han publicado varias reseñas. Una de ellas en The Atlantic que se titula «¿Qué hacer con William Faulkner?» (www.theatlantic.com/magazine/archive/2020/09/michael-gorra-william-faulkner/614206/) que vale la pena leer. La corrección política ha puesto su mirada también en la literatura: en el 2012 hubo una inmensa polémica porque se empezaron a editar las obras de Mark Twain eliminando palabras como “nigger” por considerarlas racistas, cuando Twain fue un notorio enemigo de la esclavitud y del racismo.
La vacuna ya llega y ¿ahora qué? Hemos llegado al punto en el que la comunidad científica y la opinión pública ya no debe enfocarse tanto en los detalles de seguridad y eficacia de la vacuna para la covid-19 o si fue aprobada con autorizaciones de emergencia o no, sino más bien en cómo van a hacer los líderes mundiales para distribuirla y para guiar a la gente en el tema. Este es el argumento de un interesante artículo (www.wired.com/story/stop-yelling-about-a-rushed-vaccine-and-start-planning-for-it/?mbid=social_twitter&utm_brand=wired&utm_medium=social&utm_social-type=owned&utm_source=twitter) publicado en la revista Wired, en el que se sostiene que el tema que más importa es cómo se va a hacer llegar a toda la humanidad la vacuna y en qué condiciones. La discusión sobre si la vacuna debe salir con una autorización de emergencia ya no tiene sentido a estas alturas, cuando casi todos los proyectos han entrado en la fase final de las pruebas, dice la nota. El autor del artículo, Wallid Gelad, dice que para este 22 de octubre la FDA tendrá una reunión para validar los avances de los proyectos en curso y que para entonces la verdadera discusión debe ser cómo se le va a informar a la gente sobre las distintas vacunas aprobadas. «La vacuna está por llegar, muy probablemente luego de una autorización de emergencia, con o sin presión política. Lo que necesitamos es que nuestros líderes de opinión de salud pública empiecen a guiar la conversación sobre lo que vendrá ahora». El país tiene la receta del suicidio perfecto (4pelagatos.com/2020/09/12/el-pais-tiene-la-receta-del-suicidio-perfecto/)
¿La Asamblea muta en reino de zombis? (4pelagatos.com/2020/09/10/la-asamblea-muta-en-reino-de-zombis/)
Y los empresarios decidieron enterrarse con Correa (4pelagatos.com/2020/09/10/y-los-empresarios-decidieron-enterrarse-con-correa/)
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