Lo que todo joven ecuatoriano debe saber
Carta a los jóvenes
POR FRANCISCO HUERTA MONTALVO – 20 AGO 2017

El presente disparo quiere ser más “cañón de futuro” que nunca. Tiene claro que escribirlo no será “gastar pólvora en gallinazo”. Intenta producir esa necesaria reacción nacional que le indique al mundo que el Ecuador todavía “tiene sangre en la cara”. Que anémicos y todo, en razón de mil y un tipo de parásitos, contamos con la reserva necesaria para reverdecer en cuanto a civismo. Nuestra semilla tiene el patrimonio genético requerido, forjado a lo largo del tiempo por las antiguas glorias que son razón de nuestro orgullo. Pronto se hará presente y dirá basta. Bien sé que hay cientos de razones para el desencanto.
Pero, pienso, son las mismas que se sufren a lo largo del continente y del mundo. Sin embargo, reconociendo motivos mayores para dejar de creer en la eficacia de manifestarlo, en otras latitudes los jóvenes siguen saliendo a las calles y plazas de sus ciudades y evidencian, pagando con la vida, el no querer ceder su rol protagónico en la construcción del porvenir; que no están dispuestos a tolerar el despotismo delincuencial.
A los jóvenes ecuatorianos me gusta oírlos soñar y actuar en temas como la protección del medioambiente, el fomento de la innovación, sea esta tecnológica o social, o el cultivo de la solidaridad. Quieren garantizar una mejor calidad de vida en el planeta. Pero, qué importa una naturaleza limpia de contaminación si la podredumbre que emana de una red constituida para el asalto de los fondos públicos y la construcción de impunidad nos está dejando sin país.
Conste que no invoco a la violencia. Ni siquiera en mis años de dirigente estudiantil me la permití. El asunto era y es el manifestar, contundentemente, si es posible, la magnitud del descontento con ánimo de lograr imprescindibles rectificaciones.
Me gustaría que los jóvenes mediten en las razones de su inacción. Espero que después no la justifiquen pero, respetaría el criterio al que lleguen. Tengo confianza en que recibirán benevolentemente, los jóvenes son nobles, el presente llamado de auxilio de un ciudadano que asume que nos están viendo la cara, que ya pasó el tiempo de las palabras.